Nuestra identidad y carácter propio
El Colegio Episcopal Sagrada Familia, perteneciente a la Fundación Diocesana de Enseñanza San Marciano José, se define como una escuela católica, formada por una comunidad de hombres, mujeres, jóvenes, adolescentes y niños evangelizados y evangelizadores; tiene un proyecto educativo que busca la formación integral de la personalidad en aras de que cada alumno pueda construir una identidad sólida y coherente desde la cosmovisión cristiana de la vida cuyo fundamento y razón básica es Dios, Verdad, Bien y Belleza suprema.
La cosmovisión cristiana
En una sociedad plural ofrece como elemento para el diálogo cultural su propia cosmovisión en la que Dios es el fundamento de lo real.
Esta cosmovisión desde la fe es un saber razonable que aporta a al alumno datos para la búsqueda de la verdad ulterior que pueda explicar el sentido de su vida. Todo esto exige del profesor católico una actitud continua de apertura a la razón plena del hombre y de búsqueda de la verdad, de creciente sensibilidad crítica hacia los valores y contravalores que conforman la cultura más cercana e influyente en su entorno; y, a la vez, de la necesaria renovación y explicitación del acontecimiento cristiano vivido en su corazón.
Para ello, no se han de impartir solamente los contenidos académicos obligatorios sino que la acción educativa ha de pretender descubrir y comunicar a los alumnos el sentido transcendente que los planteamientos de las ciencias humanas puedan entrañar, contemplados desde la perspectiva cristiana, de tal manera que el alumno pueda descifrar en cada uno de los saberes que recibe el sentido sobrenatural que contienen.
En definitiva, la escuela católica transmite “el patrimonio cultural cristiano ofreciendo a los niños y jóvenes los elementos del suelo nutricio de su cultura. Y ha de poder ofrecerles, al menos a los creyentes, en toda su verdad y realidad, es decir, mediante un presentación creyente de los mismos”.
La formación integral
El objetivo último de la oferta educativa de la escuela católica es la formación integral de la personalidad del alumno. Formalmente la integridad buscada pretende que se haga posible el óptimo desarrollo del alumno, de sus capacidades intelectuales, sociales, afectivas, morales y religiosas.
Materialmente, la formación integral es entendida como la formación plena, es decir, por un parte, desarrollo perfectivo de las capacidades básicas del alumno; y por otra, propone que todas las capacidades puedan ser integradas armónicamente desde la luz del Evangelio que fundamental una cosmovisión integradora de la personalidad.
Este carácter integrador de la educación católica lleva consigo una antropología según la cual la persona es un ser con un destino transcendente inmortal, libre y responsable ante esta vida y la eterna: “ El hombre, en cuanto creado a imagen de Dios, tiene la dignidad de persona: no es solamente algo, sino alguien capaz de conocerse, de darse libremente y de entrar en comunión con Dios y otras personas […] Ha sido creado para conocer, servir y amar a Dios, para ofrecer en este mundo toda la creación a Dios en acción de gracias, y para ser elevado a la vida de Dios en el cielo” (Cfr. CEC 66 -67).
Todo ello conlleva una concepción de la vida abierta a Dios que ama a cada persona y la invita a hacerse cada vez más conformado a la imagen de su Hijo. Este proyecto divino es el corazón del humanismo cristiano.
El humanismo que se busca propugna una visión de la sociedad centrada en la persona humana y sus derechos inalienables, en los valores de la justicia y de la paz, en una correcta relación entre individuos, sociedad y Estado, en la paz lógica de la solidaridad y la subsidiaridad.
Esta concepción integral de la educación hace posible una personalidad crítica y libre ante cualquier intento de desestructuración, capacita para optar por el bien y la verdad, responde orgánicamente a las grandes preguntas sobre su origen y destino, y motiva aquellas opciones que favorecen el perfeccionamiento de la sociedad.